El amor,
sentimiento común a todas las personas, es probablemente un rasgo adaptativo, que
tiene sus orígenes en la temprana evolución de nuestra especie.
Dos son
los rasgos distintivos de la evolución humana: el caminar erguidos y el gran
tamaño cerebral. Acaso estos rasgos hayan favorecido la aparición del amor, como
sostiene la teoría de la antropóloga Helen Fisher, de la Universidad Rutgers.
El
bipedalismo implicaba que las madres tenían que transportar sus cachorros, en
vez de llevarlos montados en la espalda. Con las manos ocupadas, las mamás
necesitaban un compañero que les procurase alimento y las protegiera a ellas y
a sus retoños.
Las
parejas de homínidos bípedos como el Australopithecus afarensis, especie a la
que pertenece el fósil de Lucy, datado en 3,2 millones de años de antigüedad ,
posiblemente sólo mantenían la relación unos pocos años, los suficientes para
que los críos estuvieran destetados y caminasen. Después las hembras quedaban aptas para un
nuevo emparejamiento.
Con respecto al agrandamiento de los cerebros hace más de un millón de años extendió la duración de estas relaciones monógamas. Al crecer el tamaño del cerebro, los humanos tuvieron que afrontar un compromiso evolutivo. La pelvis, adaptada al bipedalismo, impone un límite a la cabeza del niño en el nacimiento. En consecuencia, los bebés humanos nacen en un estado de desarrollo más temprano que los de otros primates y su infancia se prolonga lo suficiente para que crezcan y aprendan.
Con respecto al agrandamiento de los cerebros hace más de un millón de años extendió la duración de estas relaciones monógamas. Al crecer el tamaño del cerebro, los humanos tuvieron que afrontar un compromiso evolutivo. La pelvis, adaptada al bipedalismo, impone un límite a la cabeza del niño en el nacimiento. En consecuencia, los bebés humanos nacen en un estado de desarrollo más temprano que los de otros primates y su infancia se prolonga lo suficiente para que crezcan y aprendan.
Los
antepasados humanos se habrían valido entonces de unos emparejamientos más
duraderos para resguardar y sostener a su prole.
Fisher señala, que el crecimiento del cerebro de los homínidos y los novedosos caracteres de organización que lo acompañaban otorgaron a nuestros predecesores unos extraordinarios recursos para el cortejo mutuo, a través de la poesía, la música, el arte y la danza. Los datos arqueológicos indican que hace 35.000 años los humanos ya se implicaban en conductas de esos tipos. Es decir, probablemente estarían tan enamorados como nosotros en la actualidad.
Fisher señala, que el crecimiento del cerebro de los homínidos y los novedosos caracteres de organización que lo acompañaban otorgaron a nuestros predecesores unos extraordinarios recursos para el cortejo mutuo, a través de la poesía, la música, el arte y la danza. Los datos arqueológicos indican que hace 35.000 años los humanos ya se implicaban en conductas de esos tipos. Es decir, probablemente estarían tan enamorados como nosotros en la actualidad.
Desde
hace millones de años el amor está presente en la raza humana como resultado de
la evolución, sentimiento o necesidad un dilema difícil de develar. El amor es el
legado de algún ancestro común como el Australopithecus.
Por Paola Echecury